Biografía de S.E. Nyari Tritul Rimpoché
AUTOBIOGRAFÍA
Nací en el año 1.977 en el sur de la India, según el calendario tibetano, el día 15 del primer mes del año 2.104, un día de luna llena y coincidiendo con el día en que Buda Shakya Muni realizó muchos milagros.
Cuando tenía 4 años me reconocieron como la tercera reencarnación del LXXXIX Gaden Tripa.
El gran conquistador Lama Tsongkapa nació en el 1.357 en Tíbet y fundó la tradición Guelukpa y el monasterio de Gaden en el año 1.410. Desde esta fecha empezó el linaje del Gaden Tripa. Lama Tsongkapa fue el I Gaden Tripa y después de su muerte en 1.419 le sustituyó su discípulo mayor Gyaltsap Dharma Rinchen como sucesor del trono de Gaden. Hasta ahora ha habido 101 Gaden Tripa. Me consideraron la reencarnación del número 89 Gaden Tripa.
Casi todas las reencarnaciones de este linaje se llaman «Tritul».
Un día me llevaron mis padres a un monasterio que se encontraba a unos kilómetros de nuestra casa. Yo tenía 4 años y me impresioné mucho cuando vi aquel monasterio tan grande. Luego me llevaron a un templo que estaba lleno de monjes haciendo rituales y tocando diferentes instrumentos budistas. Al otro lado del templo vi una puerta de la cual colgaba una cortina muy bonita.
Mis padres estaban totalmente distraídos hablando con unos monjes y yo aproveché la ocasión para entrar en esa habitación. Vi un monje muy elegante y compasivo que tenía perilla y estaba meditando en su asiento. Me sentí atraído hacía él y le abracé. Acarició mi cabeza y yo comencé a jugar con su perilla, que era muy suave y blanca. Él no me decía nada y me dejaba jugar, además me daba frutas. Me olvidé totalmente de mis padres que me habían traído a este monasterio. Después de un rato vino un monje a dicha habitación, no dijo nada pero me pareció que él había dicho a mis padres que yo estaba con el maestro S.E. Zong Rimpoché.
Entonces oí una voz, gire la cabeza hacía la puerta y ví a mi madre que tenía una expresión que indicaba nerviosismo y preocupación. Me acerqué a su lado y empezó a reñirme. Afortunadamente S.E. Zong Rimpoché le dijo que no me riñera, luego la bendijo y nos marchamos de aquella habitación, pero yo no quería irme, porque me sentía muy cerca de él. Luego supe que él fue un gurú raíz de mi reencarnación anterior, que murió en el Tíbet en el año 1.960, según la gran enciclopedia Tibetana Dung-Kar-Tsig-Dzoe-Chenmo, tras la invasión del Tíbet por los chinos.
Después de unas semanas vinieron unos lamas a la casa de mis padres. Yo estaba jugando en el patio y me alegré mucho cuando les vi porque me atraían los lamas y me recordaron aquella ocasión tan especial que viví con el guru, en el monasterio y el templo. Acompañé a estos monjes al salón y mi madre preparó té tibetano.
Yo estaba en el regazo de un monje mayor y olía a un perfume muy especial. Mientras tomaban el té me empezaron a hacer unas preguntas muy raras respecto a un niño. Respondí a todas sus preguntas sin ningún esfuerzo y de repente vi como la cara de mi madre se emocionaba y sus ojos se llenaban de lágrimas. Me asusté mucho al pensar que había hecho algo que no debía.
Me levanté del regazo de aquel monje y me acerqué a mi madre. Ella me abrazó, lo cual me alivió mucho. Luego todos monjes se levantaron y me pusieron unos telas blancas (khatas) en el cuello. Desde entonces sentí que tarde o temprano me tendría que ir de la casa de mis padres. Esta idea, al principio no me daba nada de pena pero cuando salía a la calle para jugar con los otros niños notaba que me trataban de una forma tan extraña que me asustaba.
Me decían que me llamaba «Tenzin Lekshe», que me tendría que ir de mi casa, que no podría ver a mis padres y que no podría jugar con otros niños, pues en el monasterio no había niños y que, además, tendría que dormir solo. Así que por un lado me sentía muy bien porque me iría al monasterio, pero por otro lado, me daba pena la pobre de mi madre.
Después de pasar un año, un día vi a mi madre arreglando toda la casa y le pregunté: ¿por qué estas limpiando tanto la casa? Me respondió que venían unos invitados muy importantes. Sentí gran curiosidad por saber quiénes serían esos invitados tan importantes que iban a venir a nuestra casa. Un día mi madre me despertó muy temprano, me duchó y me vistió. Toda la familia se había vestido de forma muy elegante y sobre las ocho de la mañana llegó un grupo de monjes mayores y jóvenes, hicieron un trono enorme en el salón de nuestra casa y empezaron una ceremonia.
Solamente estábamos los monjes y la familia. Me pusieron encima del enorme trono y pensé que había llegado la hora en que me tendría que separar de mi madre. Busqué a mi madre con la mirada y vi que estaba al final de la cola de los monjes, le hice un gesto para que se acercara a mí, pero comprobé que no me hacía caso. Me preocupé por ello pues parecía que era verdad lo que me dijeron mis amigos. Le pregunté a un monje «Gueshe» que estaba a mi lado: ¿por qué no viene mi madre? Me respondió que eso no podía ser. Le rogué de nuevo pero me sonrió sin hacerme caso, así que me puse un poco furioso y grité de repente.Vino mi madre y se sentó al lado del trono.
Cada vez que miraba su cara me daba tanta pena de ella que me emocionaba y no podía controlar el llanto. Así que me cansé mucho y me dormí en el regazo de mi madre. Cuando me desperté estaba en la cama del monasterio y vi que la estancia estaba llena de monjes y personas laicas. Cada uno sostenía una khata y flores que me ofrecieron. Después fuimos a ver S.S. Triyang Rimpoché (tutor de S.S. el Dalai Lama) me dio una transmisión oral de una oración sobre Manjushri. («Nombrar a Manjushri» «ARYAMANJUSHERE NAMA SAM GUITE»).
Desde 1.981 hasta el año 2.000 estuve toda mi vida en el monasterio, allí aprendí muchas cosas, no solamente las enseñanzas de Buda, también literatura y estudios generales. La vida en el monasterio era físicamente dura para un niño porque nos teníamos que levantar todos los días a las 5,30 de la mañana y nos acostábamos a las 12 de la noche.
Desayunábamos a las 6,30 de la mañana pero no era un desayuno con mermelada, mantequilla, corn flakes, etc. solamente nos daban una taza de té y un trozo de pan. Era un pan redondo que parece pizza pero no lleva ni queso ni tomate, está hecho con harina y agua. Para almorzar nos daban otro pan igual pero con una cucharada de picante y una taza de té.
Mentalmente no sufría casi nunca y sentía una paz interna muy especial. No añoraba nada ni sentía nunca la carencia de la familia ni de mis antiguos amigos, a pesar de que apenas tenía posesiones materiales.
Allí me enseñaron a considerar como mi familia y mis amigos a las personas que me acompañen, me encuentre donde me encuentre. Por eso, ahora, me siento muy afortunado porque donde esté, no me falta nunca la familia ni los amigos. También aprendí que tengo que mantener una vida sencilla, pacifica y tranquila.
Mantener una vida tranquila no es difícil porque la tranquilidad está siempre con nosotros lo único es tenemos que identificar la esencia de la vida. Un practicante budista tiene que aprender y al mismo tiempo desarrollar su espiritualidad hasta que alcance la budeidad, en realidad la vida es un aprendizaje continuo.
Durante veinte años realicé todos los estudios oficiales del monasterio y al finalizarlos deseaba pasar una temporada con mis padres así que fui a verlos y estuve un tiempo con ellos. Un día recibí una carta de S.E. Kyabye Khensur Tamding Gyatso Rimpoché, en aquella carta me decía que tenía que seguir con el Dharma y compartirlo con los demás. Enfatizó mucho sobre este tema.
En el año 2002 fui a Corea del Sur y un día recibí una llamada de mi maestro Ven. Gueshe Tenzin Tamding invitándome a ir a España. En 2.004 llegué a España. Me di cuenta, tras observar profundamente, lo necesario que es el Darma de Buda en el mundo de hoy en día.
Comprobé que muchas de las personas de los países desarrollados, a pesar de tener gran cantidad de cosas materiales, aún se sienten vacías, insatisfechas y con gran inseguridad. Agradezco a Buda y a los maestros que me han transmitido unas enseñanzas tan preciosas y valiosas, por eso me siento siempre lleno, satisfecho y seguro. Y estas sensaciones que me han transmitido mis queridos maestros, estoy intentando compartirlas con mis hermanos y hermanas, mis queridos amigos y amigas.